Por un sistema nervioso sobrecargado
Vivimos en un entorno de estímulos constantes. El flujo incesante de información y responsabilidades mantiene a nuestro sistema en un estado de alerta prolongado, agotando nuestras reservas de energía y claridad mental.
Esta saturación dificulta la capacidad de desconectar y encontrar momentos de quietud real, generando una sensación de fatiga profunda que no se alivia solo con descanso físico.